Llámame por mis verdaderos nombres__vídeo


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CAPITULO CINCO DEL LIBRO “SER PAZ”

Del MAESTRO BUDISTA VIETNAMITA TICH NHAT HANH

En la comunidad de “Plum Village”, en Francia, recibimos muchas cartas de los campos de refugiados de Singapur, Malasia, Indonesia, Tailandia y las Filipinas; cientos de ellas todas las semanas. Es muy doloroso leerlas, pero tenemos que hacerlo pues debemos estar en contacto. Nos esforzamos en lo posible por ayudar, pero el sufrimiento es inmenso y a veces nos sentimos desalentados. Se dice que la mitad de las personas de las lanchas mueren en el mar; solo la mitad alcanza las costas del sureste de Asia.

Entre estas personas hay muchas jóvenes a quienes violan los piratas marinos. Aunque las Naciones Unidas y muchos países tratan de ayudar al gobierno de Tailandia para poner fin a la piratería, los piratas marinos siguen inflingiendo mucho sufrimiento a los refugiados. Un día recibimos una carta en la que nos hablaban de una niña que viajaba en una de estas lanchas y fue violada por un pirata tailandés; la pequeña tenía solo doce años, saltó al mar y se ahogó.

Cuando nos enteramos de algo semejante, nos enfurecemos con el pirata y, naturalmente, tomamos partido por la niña; sin embargo, al analizar con mayor profundidad la situación, podemos percibirla de otra manera. Si nos levantamos en defensa de la niña, entonces la solución es sencilla; solo tenemos que tomar una pistola y matar al pirata. Pero no podemos hacer algo semejante. En mi meditación pude ver que si hubiera nacido en el poblado del pirata y me hubieran criado en condiciones idénticas a las suyas, hoy yo sería el pirata. Es muy probable que también me hubiera convertido en pirata, y no puedo condenarme con facilidad. En mi meditación vi. que nacen muchos bebés en las costas del golfo de Siam, cientos de ellos todos los días, y si nosotros, como educadores, trabajadores sociales, políticos y demás, no hacemos algo al respecto, dentro de 25 años muchos de ellos se convertirán en piratas marinos, de eso no me cabe la menor duda. Si tomamos una pistola y matamos al pirata, estaríamos matándonos también, pues todos somos responsables, en cierta medida de esta situación.

Tras una larga meditación, escribí este poema. En él aparecen tres personas: la niña de doce años, el pirata y yo mismo. ¿Podemos mirarnos a la cara y reconocernos en el otro? El título del poema es

LLÁMAME POR MIS VERDADEROS NOMBRES”,

porque tengo muchos y cuando escucho uno, tengo que responder “Sí”.

No digas que me iré mañana

Porque aún hoy sigo llegando.

Observa profundamente: llego en cada segundo

Para ser un brote de una rama de primavera,

Para ser un pajarillo, con alas aún frágiles,

Aprendiendo a cantar en mi nuevo nido,

Para ser una oruga en el corazón de la flor,

Para ser la joya que se oculta en una piedra.

Sigo llegando para reír y para llorar,

Para tener miedo y para tener esperanza.

El ritmo de mi corazón es el nacimiento y

la muerte de todo lo que está vivo.

Soy la mosca de mayo que tiene su metamorfosis

en la superficie del río.

Y soy el ave que, al llegar la primavera,

llega justo a tiempo para comerse a la mosca de mayo.

Soy la rana que nada feliz en

el agua clara de un estanque,

y también soy la culebra inofensiva que,

acercándose silenciosamente,

se alimenta de la rana.

Soy el niño de Uganda, todo piel y huesos,

mis piernas son tan delgadas como ramas de bambú.

Y soy el comerciante de armas, que vende

armamento mortal a Uganda.

Soy la niña de 12 años, refugiada

en un pequeño bote,

que se arroja al mar después de ser violada

por un pirata marino,

y también soy el pirata,

mi corazón aún es incapaz de ver y amar.

Soy un miembro del gobierno,

con mucho poder en mis manos,

y soy el hombre que debe pagar

la “deuda de sangre” a mi pueblo,

muriendo lentamente en un campo

de trabajos forzados.

Mi alegría es como la primavera, tan cálida

que hace que se abran las flores por toda la Tierra.

Mi dolor es como un río de lágrimas,

tan vasto que llena los cuatro océanos.

Por favor, llámame por mis verdaderos nombres,

para que así pueda escuchar mi llanto y mi risa al mismo tiempo,

para que pueda ver que mi alegría y mi dolor son uno.

Por favor, llámame por mis verdaderos nombres,

para que pueda despertar,

y así pueda quedar abierta la puerta de mi corazón,

la puerta de la compasión.

Tich Nhat Hanh. 1987

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